Economía Sumergida en Chile y México.

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Chile

En 1970, Chile contaba con la proporción más alta de asalariados de América Latin, denotando la extensión alcanzada por la organización de la producción capitalista. Esta situación cambió tras el golpe de Estado de Pinochet. En ese período, el empleo informal se desarrolló muy rápidamente, diversificándose y multiplicándose desde entonces. Los sindicatos de trabajadores eventuales, transitorios y de inter-empresas que fueron autorizados legalmente (sin poder integrar las confederaciones clásicas) lograron desarrollarse por iniciativas particulares (en algunos casos, con apoyo de entidades preexistentes sin fines de lucro.
Luego del golpe de Estado y de varios ajustes, la economía chilena se liberalizó más que en cualquier otro país de la región y comenzó a presentar un crecimiento anual sostenido del PIB. A pesar de este logro económico, la situación actual demuestra un fuerte retroceso en las relaciones laborales.
Aunque la pobreza parece haber disminuido (así como las tasas de desempleo), el crecimiento económico no logró resolver el problema de la redistribución de los ingresos y de las desigualdades sociales: el 25% de los chilenos vive en condiciones de pobreza y se encuentran, en su mayoría, concentrados en las zonas urbanas.
En 1997, el 44,7% de las PyMes (rurales y urbanas) formaban parte de la economía informal.
Actualmente, el empleo informal representa el 36% de las actividades de la PEA según el informe de la OIT. La mayoría de los trabajadores informales son cuenta-propistas, mujeres y ganan menos que el promedio de ingreso nacional.

México

Aunque la década de los 90’ significó grandes cambios económicos para el país (la adopción de políticas financieras más liberales y la privatización de su economía formaron parte del programa de restructuración de su economía), las políticas économicas centradas en el sector de las exportaciones ya fueron implementadas a partir de los años 80’. El crecimiento del empleo informal parece corresponder al principio de las reformas económicas adoptadas tras el período de substitución de las importaciones (en 1996).
La mayoría de las exportaciones se dirigen hacia los Estados Unidos en el marco de intercambios entre firmas. Esta política económica centrada en el comercio externo no significó importantes mejorías para el mercado interno mejicano ya que solo desarrolló actividades en el sector denominado “maquiladora”. Este sector industrial se caracteriza por su precariedad (las condiciones de trabajo son difíciles y las remuneraciones son bajas) y el hecho de que no genera nuevas fuentes de trabajos.
Los acuerdos comerciales no representaron entonces un impacto positivo para los trabajadores: según la OIT, el 85% de las nuevas fuentes de trabajos creadas en la década de los 90’ se encuentran en la economía informal. Las cifras son representativas: en 1997, el empleo informal urbano y rural representaba el 31,9% de las actividades según la definición nacional y el 53,8% de los trabajadores en las PyMes (rurales y urbanas) eran informales. Según la OIT, en 1998, el 64% de la PEA trabajaba en actividades informales urbanas y rurales.
En el 2000, el empleo informal total representaba el 62% de la economía nacional, mientras que el empleo informal no agrícola representaba el 55% en la misma. Los datos actuales indican que la mayoría de los trabajadores informales son hombres, contrariamente al resto de los países de América Latina (salvo para el Caribe).
En México, para el año 2000, la economía informal era una fuente de trabajo importante en las zonas rurales: el empleo informal se calculaba en un 77% en aquellas áreas con menos de 100’000 habitantes y en un 46% para aquellas con más de 100’000 habitantes. El empleo informal es importante en cada sector de la economía: representa el 94% de las actividades en la agricultura, el 73% tanto para la construcción como para la industria, el 63% para el transporte, el 48% para el sector servicio y el 22% del servicio financiero, seguros y Estado.
En la actualidad, el gobierno nacional pretende sostener un proyecto de microempresas que, según las conjeturas, podría incrementar las cifras de la informalidad. Si se acepta los acuerdos del ALCA, se puede esperar un aumento considerable de la economía informal en pos de competitividad.

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